miércoles, 4 de julio de 2007

Los corales del Caribe nos hablan del clima de hace siglos.




El incremento en el número de huracanes intensos puede que vuelva a un valor normal si nos basamos en el registro indirecto que los corales han hecho de esta actividad desde hace varios siglos.
No existen datos fiables de la actividad de los huracanes antes de 1950. Se sabe, eso sí, que la actividad de los mismos ha estado aumentando durante los últimos 12 años.
Johan Nyberg del instituto de geología de Suecia y sus colaboradores han estudiado muestras de coral y sedimentos marinos para hacer una reconstrucción indirecta de la actividad de los huracanes desde 1730 basándose en los vientos de cizalladura.
El viento de cizalladura consiste en corrientes de aire de distinta velocidad y dirección que dependen de la altura sobre la superficie. Este viento produce una disminución de las precipitaciones y esto produce un coral más denso. El agua de la lluvia lava la tierra firme y finalmente aumenta el aporte salino al océano que afecta la construcción del esqueleto calcáreo de los corales.
Los vientos de cizalladura se asocian además con una disminución de la actividad de los huracanes porque rompen los sistemas tormentosos al poco de formarse y porque, por el contrario, una alta actividad de huracanes se asocia con un aumento de las lluvias y por tanto con coral menos denso.
La regla sería esta: coral más denso menos huracanes, coral menos denso más huracanes.
Cada año los pólipos del coral construyen una banda sobre el esqueleto calcáreo de una forma similar a los anillos de crecimiento de los troncos de los árboles. Analizando estas bandas estos investigadores han podido reconstruir la historia climatológica de la región del Caribe.
Según estos datos la actividad de los huracanes era muy superior hace siglos que ahora, pese a que la temperatura superficial del mar era menor.
Han encontrado que la frecuencia de los huracanes más poderosos ha decrecido gradualmente desde 1760 alcanzando un mínimo en los setenta y ochenta del siglo pasado.
El número de estos huracanes ha estado aumentando desde entonces de nuevo, alcanzando una tremenda importancia en 2005 con el Katrina a la cabeza.
En ese año se publicó un estudio que afirmaba que la frecuencia de huracanes importantes se ha doblado desde los años setenta.
Según Nyberg, y en el contexto estudiado, el incremento de actividad sería un retorno a las condiciones “normales.
Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo con los resultados. Por ejemplo Kerry Emanuel del MIT y Tom Knuston del NOAA afirman que el aumento de la temperatura superficial del océano sería la principal causa de este aumento de actividad.
Aunque coinciden en que la reconstrucción del los vientos de cizalladura en los últimos 270 años sobre el Caribe no creen que sirva para reconstruir la actividad de los huracanes.
James Elsner de Florida State University añade que los corales estudiados pertenecen a una sola ubicación del Atlántico, al noroeste del Caribe. Aunque esa es la dirección de los huracanes actuales no tiene por qué haber sido también para los huracanes de siglos pasados. Los cambios medidos pueden atribuirse a un cambio en la dirección de los huracanes y no a cambios en la actividad de los mismos.
El cambio de actividad de los huracanes no depende tanto de los vientos en cizalladura o de las temperaturas superficiales, sino de cuál de estos factores es más importante.
No está claro si estos vientos aumentarán o no en el futuro, pero la temperatura superficial del mar seguro que lo hará debido al calentamiento global. Según muchos estudios este aumento se debe precisamente al aumento de temperatura debido al efecto invernadero.
No obstante es difícil predecir qué es lo que sucederá. El océano está calentándose pero no se sabe qué es lo que ocurrirá con los vientos. El viento de cizalladura está ahora a gran altura, y esto podría ser también otra consecuencia del cambio climático porque la atmósfera se calienta más rápidamente que los océanos. Podría ocurrir que se compensaran los efectos o no.
El mismo Nyberg afirma que son necesarios nuevos datos procedentes de corales y de sedimentos marinos de distintas ubicaciones para mejorar la reconstrucción del clima en los últimos 270 años.
Fuente. New Scientist. Rodolfo Coricelli.

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