La protección de los almacenes naturales de CO2 como los bosques tropicales puede frenar el cambio climático. A esta conclusión llegó un estudio presentado en una Conferencia sobre el Clima de Naciones Unidas en Bonn.
No sólo los árboles almacenan dióxido de carbono, también los suelos. De acuerdo al nuevo estudio, existe además, otra lista de los países más contaminadores que la conocida hasta ahora.
En la nueva lista empero, Estados Unidos y China siguen siendo los mayores emisores de gases tóxicos. En tercer lugar aparece sorprendentemente Indonesia, un país compuesto de islas y poseedor de unos de los más grandes bosques tropicales de Asia y el mundo.
Muchos de esos bosques crecen sobre suelos de tierra turbosa (cubierta de musgo) o pantanosa, tipos de suelo con alta capacidad de almacenar dióxido de carbono en forma de material vegetal en proceso de descomposición. Pero cuando los bosques son talados o cuando los pantanos son secados para cultivos extraños a los terrenos, el dióxido de carbono escapa a la atmósfera y contribuye al calentamiento global.
Justamente la liberación de dióxido de carbono de los suelos de bosques talados está ocurriendo en impredecibles cantidades, que se calcula que “los bosques asiáticos liberan unos dos mil millones de dióxido de carbono anualmente.
Estas cantidades corresponderían a casi el 8% de las emisiones de dióxido de carbono provenientes de la quema de materiales fósiles.
El británico Faizal Parish dirige en Malasia un centro ecológico, en donde recogió los datos y realizó los cálculos presentados en Bonn. Dicho estudio denuncia la grave tala de bosques indonesios en los últimos 10 y 15 años y la destrucción de sus suelos de tierra turbosa cuyas razones son tres, según Parish.
La primera es la tala de bosques naturales que son reemplazados con la siembra de palma para extraer aceite. La segunda causa de la deforestación en Asia es la siembra de acacias destinadas a la producción de papel. La tercera es el intento, aunque fallido, de utilizar los terrenos turbosos para cultivos de arroz.
Allí en donde los suelos con musgo son abandonados después de haberlos intervenido, como en el caso de los ensayos con arroz, el problema se agrava, puesto que “las plantas arrancadas se secan y son quemadas dañando irreparablemente los suelos antes útiles como almacenes de tóxicos.
La destrucción a fuego de las capas de musgo, que en algunas partes puede ser de hasta 20 metros de espesura, explica por qué en Sumatra y Borneo las emisiones de CO2 son tan altas, como demuestra el estudio de Parish para quien no todo está perdido.
Trabajos de investigadores rusos y chinos han demostrado que es posible evitar incendios y volver a irrigar terrenos turbosos con la consecuente recuperación de la vegetación de musgos, indica Parish. El dilema es que la Convención marco sobre el Clima, carece de toda promoción de proyectos de autoayuda para la protección de los bosques en países en desarrollo, justamente en donde urge ejecutar enormes esfuerzos a favor de la protección del Medio Ambiente.
Fuente. José Ospina ValenciaEn la nueva lista empero, Estados Unidos y China siguen siendo los mayores emisores de gases tóxicos. En tercer lugar aparece sorprendentemente Indonesia, un país compuesto de islas y poseedor de unos de los más grandes bosques tropicales de Asia y el mundo.
Muchos de esos bosques crecen sobre suelos de tierra turbosa (cubierta de musgo) o pantanosa, tipos de suelo con alta capacidad de almacenar dióxido de carbono en forma de material vegetal en proceso de descomposición. Pero cuando los bosques son talados o cuando los pantanos son secados para cultivos extraños a los terrenos, el dióxido de carbono escapa a la atmósfera y contribuye al calentamiento global.
Justamente la liberación de dióxido de carbono de los suelos de bosques talados está ocurriendo en impredecibles cantidades, que se calcula que “los bosques asiáticos liberan unos dos mil millones de dióxido de carbono anualmente.
Estas cantidades corresponderían a casi el 8% de las emisiones de dióxido de carbono provenientes de la quema de materiales fósiles.
El británico Faizal Parish dirige en Malasia un centro ecológico, en donde recogió los datos y realizó los cálculos presentados en Bonn. Dicho estudio denuncia la grave tala de bosques indonesios en los últimos 10 y 15 años y la destrucción de sus suelos de tierra turbosa cuyas razones son tres, según Parish.
La primera es la tala de bosques naturales que son reemplazados con la siembra de palma para extraer aceite. La segunda causa de la deforestación en Asia es la siembra de acacias destinadas a la producción de papel. La tercera es el intento, aunque fallido, de utilizar los terrenos turbosos para cultivos de arroz.
Allí en donde los suelos con musgo son abandonados después de haberlos intervenido, como en el caso de los ensayos con arroz, el problema se agrava, puesto que “las plantas arrancadas se secan y son quemadas dañando irreparablemente los suelos antes útiles como almacenes de tóxicos.
La destrucción a fuego de las capas de musgo, que en algunas partes puede ser de hasta 20 metros de espesura, explica por qué en Sumatra y Borneo las emisiones de CO2 son tan altas, como demuestra el estudio de Parish para quien no todo está perdido.
Trabajos de investigadores rusos y chinos han demostrado que es posible evitar incendios y volver a irrigar terrenos turbosos con la consecuente recuperación de la vegetación de musgos, indica Parish. El dilema es que la Convención marco sobre el Clima, carece de toda promoción de proyectos de autoayuda para la protección de los bosques en países en desarrollo, justamente en donde urge ejecutar enormes esfuerzos a favor de la protección del Medio Ambiente.
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