El complejo funcionamiento de la visión parece deparar aún hoy algunas sorpresas a los investigadores. Contando con todos los avances tecnológicos y con su esfuerzo por dilucidar del todo los misterios del organismo humano, todavía hay ciertas maravillas que no han sido descifradas. Investigadores de la Universidad de Leipzig descubren nuevas e importantes funciones en células conocidas hace más de 150 años.
Hasta hoy se creía que el ojo humano capta la luz por medio del cristalino, y los rayos de luz pasan a través del cristalino hacia la parte posterior del ojo, la retina. Es allí, en la retina, que es algo así como una parte del cerebro dentro del ojo, donde los rayos de luz son transformados en impulsos nerviosos desde el nervio óptico hacia el área de la corteza cerebral responsable de la visión. Dichos impulsos se traducen allí en las imágenes que vemos. Hasta ahí, todo suena conocido y está bien explicado en los libros de texto de la escuela.
Pero el mecanismo de la retina del ojo humano, y la del ojo de La visión de los seres vertebrados es parecido.
La visión de los seres vertebrados es parecida todos los vertebrados, presenta un problema: está en la parte interior y más posterior del ojo. Es por eso que a la visión de los vertebrados se la llama "invertida". Eso significa que la luz, antes de llegar a las células capaces de captarla, debe traspasar varias capas de las muchas especies de células retinales, hasta llegar allí. Por lógica, la luz, al chocar contra dichas células, debería dispersarse en todas direcciones y perdería intensidad. El resultado debería ser la percepción una imagen borrosa y casi oscura de lo que nos rodea.
Pero esto no sucede por qué gracias a unas células especializadas de la retina, las células de Müller. Estas actúan como pequeños cables de fibra óptica, transportando los haces de luz. Heinrich Müller descubrió las células que llevan su nombre hace más de 150 años, pero hasta ahora no se sabía que cumplen una función tan relevante.
Las células de Müller son alargadas y están ubicadas a modo de columnas, de un lado al otro de la retina. Su forma de embudo les permite absorber la luz en la parte anterior de la superficie retinal y transportarla directamente a la superficie posterior de la retina, sorteando el obstáculo que representan las demás células. En los libros de texto, la función de las células de Müller se describe como de sostén, o desconocida.
El descubrimiento hará cambiar esta información, ya que las células de Müller son una pequeña maravilla que la naturaleza creó como solución al problema de la dispersión de la luz.
Por el momento no hay, a partir de este descubrimiento, aplicaciones en el terreno de la medicina ocular. Sin embargo, se puede suponer que, a largo plazo, podría fabricarse una especie de interfaz ocular a partir de estas células para implantarla en chips, utilizados, por ejemplo, como biopartes para remplazar al ojo. Al mismo tiempo, se podrían utilizar para mejorar las posibilidades de visión en personas ciegas. Pero estas son especulaciones en un futuro lejano aún.
Lo importante de este descubrimiento es “conocer cómo la naturaleza encontró una solución al problema del paso de la luz a través de la materia, mejorando la situación fisiológica del ojo por medio de las mencionadas células.
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